En la Roma de los emperadores, el acto de comer era sin duda una de las actividades favoritas para los romanos pudientes. Hay muchas pruebas de ello, desde las numerosas pinturas murales que se encontraron intactas en Pompeya, pasando por un sinfín de mosaicos representando cestas de frutas, copas de vino, racimos de uva, platos de pescado o de carne, hasta los innumerables textos de autores como Séneca o Columela dando cuenta de memorables banquetes.

VIRTUDES Y LEGADO

Fueron muy dados al uso de las especias y las hierbas aromáticas. Para ellos, en una cocina jamás podía faltar un buen mortero para majar éstas con el ajo, el vino y por supuesto, el garum , una salsa que condimentaba y realzaba el sabor. Digamos que era el Avecrén de la época y el ingrediente principal de aquella cocina, en sus variadas calidades y precios. Entre los más codiciados, estaban los que se elaboraban en las cetarie  de Hispania, como en el municipium Ficariense  (Mazarrón) o el de Scombraria en Carthago Nova.

Por aquel entonces, no conocían los tomates, el arroz, las patatas, el azúcar, el cacao o el café. Sin embargo se hicieron expertos en la preparación de aceitunas, en condimentar la carne, en cocinar las setas, las sardinas, la sepia, el pulpo y un largo etcétera. Y no olvidemos sus vinos, tanto los dulces como los muchos tintos.

Pincha aquí para ver todo el programa.